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Cómo corregir un libro en 12 pasos de manera profesional

¿Es usted ese tipo de autor al que le gusta escribir un primer borrador pero no tiene idea de qué hacer con él una vez terminado? ¿Le preocupa no saber cómo corregir su libro? ¿Teme bloquearse al hacerlo?

Corregir una obra es una tarea compleja, pero afortunadamente existen estrategias que le pueden ayudar a la hora de pulir su borrador, especialmente si se trata de su primera incursión en el mundo de la literatura.

El primer consejo que podemos darle es que, una vez haya terminado de escribir su libro, no vuelva a leerlo hasta pasado un tiempo. De hecho, si se trata de una novela o un ensayo, nuestra recomendación es dejarlo reposar al menos durante dos meses. Para trabajos más cortos, como relatos o cuentos, bastará con un par de semanas. Esta pausa resulta fundamental para leer el manuscrito con nuevos ojos (de escritor pasará a ser corrector) y, de este modo, detectar los fallos con mayor facilidad.

Una vez transcurrido el tiempo necesario, es hora de revisar cada línea y cada párrafo poniendo atención en todos los detalles.

En las siguientes líneas, exponemos 12 claves fundamentales que le servirán para corregir su libro del modo más atinado posible.

1. Los conectores discursivos

Los marcadores o conectores del discurso son palabras o frases que conectan u ordenan diferentes partes de un discurso. Su función es relacionar ideas de forma lógica y facilitar la comprensión de las frases.

Por tanto, la utilización de dichos conectores le ayudará a realizar un discurso mejor estructurado y complejo, aportando así coherencia y cohesión a sus textos.

Entre las funciones de los conectores discursivos podemos encontrar las siguientes:

  • Ordenar el discurso: Antes de nada; En primer lugar; Para empezar; A continuación; Finalmente…
  • Introducir un tema: En cuanto a; Con relación a; Acerca de; Por otra parte; En relación con…
  • Aclarar o explicar: Esto es; O sea; En efecto; En otras palabras; Es decir…
  • Añadir ideas: Asimismo; Al mismo tiempo; Por otra parte; Igualmente; Así pues…
  • Introducir una opinión personal: Yo creo que; A mi juicio; Considero que; En mi opinión; Personalmente…
  • Ejemplificar: Concretamente; Por ejemplo; En concreto; Pongamos por caso; En particular…
  • Indicar oposición o contraste: Aunque; Por el contrario; Pero; No obstante; En cambio; Al contrario…
  • Indicar hipótesis: Probablemente; A lo mejor; Quizás; Tal vez; Es posible; Es probable…
  • Indicar causa: Ya que; Porque; Como; Puesto que; Debido a; Visto que…
  • Indicar consecuencia: Como resultado; Por lo cual; En consecuencia; Por consiguiente; De ahí que…
  • Resumir: En suma; En pocas palabras; En definitiva; En resumen; Para resumir…
  • Concluir: Por último; En conclusión; Para finalizar; Para terminar; Para concluir…

Dicho esto, le aconsejamos revisar su texto e introducir (o sustituir) conectores, los cuales permitirán que su obra luzca de un modo mucho más correcto y profesional.

2. La reiteración

Reitario, vocablo latino que significa «reiteración» y que a su vez dio lugar el verbo «reiterar», nos sirve para introducir un concepto fundamental dentro de la corrección: el de evitar la repetición de palabras, estructuras o informaciones dentro de una misma frase o párrafo.

Y es que, además de empobrecer el estilo, una excesiva reiteración ralentiza la lectura del texto, dificulta la compresión y, en definitiva, termina cansando al lector.

Dentro de las reiteraciones, podemos encontrar tres tipos:

  • De palabras: En no pocas ocasiones, podemos hallar en una misma frase dos palabras contiguas que posee el mismo significado: La mujer de la fotografía lucía bella y hermosa. Asimismo, en un mismo párrafo es posible encontrar una misma palabra repetida varias veces: Los hombres se desplazaron al campo para iniciar la caza. El cielo lucía espléndido, ideal para un día de caza. Y es que pocas actividades estimulaban más el ánimo de Tomás como la caza. Por último, también puede ocurrir que la reiteración proceda de un verbo: Manuel aún no ha hecho los deberes. Vicenta le insiste en que los haga antes de cenar, o su padre le reprenderá.
  • De frases o estructuras: Esta reiteración se da cuando introducimos una misma estructura gramatical dentro de un párrafo: Lucas aspira a convertirse en jefe de la empresa, mientras que José aspira a lo mismo. Ambos son jóvenes y se hallan sobradamente preparados, lo que les permite aspirar a todo.
  • De información: Puede ocurrir que, sin darnos cuenta, introduzcamos más información de la necesaria: Fallecido Julián, el consistorio decidió concederle el título póstumo de hijo predilecto del municipio.

3. La puntuación

El lingüista, editor y articulista José Antonio Millán escribía en su guía Perdón imposible (RBA, 2005) acerca de la importancia de la puntuación:    

¿Para qué sirve la puntuación? Para introducir descansos en el habla (pero no se descansa en cada signo, y se puede descansar donde no hay signos), para deshacer ambigüedades (pero no todas se pueden eliminar mediante la puntuación, ni ésta es el único modo de hacerlo), para hacer patente la estructura sintáctica de la oración (pero esto se hace también por otros medios), para marcar el ritmo y la melodía de la frase (aunque no todos los signos tienen estos efectos), para distinguir sentidos o usos especiales de ciertas palabras (pero para eso se pueden usar también tipos de letra, como la cursiva), para citar palabras de otro separándolas de las propias (pero eso se logra también con tamaños de letra y sangrados), para transmitir estados de ánimo o posturas ante lo que se dice o escribe (pero no todos tienen un correlato en la puntuación, ni éste es único), para señalar la arquitectura del texto (pero eso también lo hacen los blancos, y las mayúsculas) (…).

Y es que la puntuación de los textos escritos, cuya función primordial es reproducir la entonación de la lengua oral, resulta fundamental dentro de la ortografía de cualquier idioma, puesto que de ella depende, en gran medida, la correcta expresión y comprensión de los mensajes escritos. No en vano, la puntuación organiza el discurso y sus diferentes elementos y permite evitar la ambigüedad en textos que, sin su empleo, podrían tener interpretaciones diferentes.

El uso del punto, de la coma, del punto y coma, o de los dos puntos, debe realizarse con criterio, lo mismo que la introducción de los signos de interrogación o de exclamación, los puntos suspensivos o los paréntesis.

Este es uno de los grandes caballos de batalla de los escritores —especialmente de aquellos que comienzan— por lo que hemos de poner especial atención a la hora de corregir.

4. Los acentos

El acento es la mayor intensidad de voz con la que se pronuncia una sílaba dentro de la palabra. A esa sílaba se la denomina sílaba tónica. Las sílabas que no llevan fuerza de voz se denominan sílabas átonas.

Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que, para acentuar una palabra, necesitamos localizar su sílaba tónica. Para ello, tenemos que distinguir dos tipos de palabras: monosílabas y polisílabas.

Las palabras monosílabas son aquellas que, al contar con una única sílaba, no se acentúan, salvo en los casos que pueden conducir a equívoco. Para ello utilizamos la tilde diacrítica: dé, él, más, mí, sé, sí, té, tú, cómo, cuál, qué, quién, aun/aún, ahí/ay/hay…

Las palabras polisílabas son aquellas que cuentan con más de una sílaba, y la tilde se coloca en base a unas normas concretas. De manera resumida, estas son:

  • Norma general:
    Llevan tilde las palabras agudas que terminan en vocal, -n o -s: traición, ciempiés
    Llevan tilde las palabras llanas que terminan en consonante distinta de -n o -s: útil, versátil
    Llevan tilde todas las palabras esdrújulas y sobresdrújulas: cándido, lívido

  • Norma de los hiatos:
    Llevan tilde las vocales i, u, sobre las que cae la fuerza de voz si van junto a cualquiera de las otras tres vocales (a, e, o): lío, tía, Lucía, transeúnte
  • Norma de los interrogativos y exclamativos:
    Llevan tilde todos los determinantes, pronombres o adverbios interrogativos y exclamativos vayan o no entre signos de interrogación y exclamación: qué, cuál, cuánto, quién, cómo, cuándo, dónde, por qué, para qué, con qué…)

  • Norma de los adverbios en –mente:
    Todos los adverbios de modo terminados en -mente proceden de adjetivos. Si el adjetivo del que procede debía llevar tilde, también tendrá que llevarlo el adverbio derivado: débilmente, lógicamente, hábilmente

Decimos esto porque no son pocos los escritores —sobre todo primerizos— que cometen errores en la acentuación, convirtiéndose la corrección de sus textos en una tarea lenta y engorrosa, de ahí que sea recomendable poner atención en el uso de los acentos ya desde el proceso de escritura.

Es importante reseñar que la normativa de la Real Academia de la Lengua Española va variando con el paso de los años, por lo que debemos estar atentos a sus nuevas introducciones en el diccionario DRAE, así como a sus recomendaciones en materia de acentuación. El mejor ejemplo de ello es que existen adverbios y demostrativos que desde hace años no deben acentuarse, según la RAE —caso de «solo» o «aquel»—, existiendo un buen número de escritores que aún les colocan la tilde.

5. Leísmos, laísmos y loísmos

Según la Fundéu, fundación patrocinada por la Real Academia Española cuyo objetivo es colaborar con el buen uso del español, «Los pronombres le, la, lo y sus correspondientes plurales son motivo de dudas y no es raro que se usen impropiamente en lo que se conoce como leísmo, laísmo y loísmo, respectivamente».

Básicamente los errores en su uso vienen como consecuencia de si su funcionamiento es como complemento directo (la/lo) o indirecto (le), lo cual no siempre es sencillo de determinar. Sí podemos establecer como reglas básicas lo siguiente:

  • Lo: Se emplea como complemento directo únicamente para el caso del masculino: Lo agasajaron mucho (a él); El coche lo robaron en marzo.
  • La: Igualmente se emplea para el complemento directo, pero referido al femenino: La piropearon mucho (a ella); La entrega de los títulos académicos la efectuó el rector en persona.
  • Le: Es empleado como complemento indirecto, tanto para el masculino como para el femenino: Le transmitieron (a él o a ella) sus condolencias; Le sustrajeron (a él o a ella) la maleta.

Más allá de estas indicaciones básicas, hay que tener presentes las siguientes observaciones.

-Existen lugares dondele se emplea también como complemento directo cuando se refiere a personas del sexo masculino y en singular. En este caso específico se admite el leísmo: Le criticaron mucho (a él). No obstante se desaconseja el mismo uso en plural: Les criticaron mucho (a ellos); así como en femenino: Le consideraba una mujer emprendedora.

-Igualmente no se considera apropiado el leísmo referido a animales y cosas: Se le estropearon los frenos y no pudo frenarle; y tampoco referido a nombres femeninos, ya sean de personas, animales o cosas: Explicó a la paciente que no podía atenderle.

-En verbos como ver, fotografiar, retratar, tocar o limpiar se emplea lo o la si nos referimos a persona, pero le si además aludimos a una parte de su cuerpo: La vi en el callejón; Le tocó el hombro.

6. Dequeísmo y queísmo

Uno de los errores más comunes entre los escritores noveles es el dequeísmo y el queísmo. A continuación, describiremos en qué consiste cada uno de ellos.

  • Dequeísmo: Uso incorrecto de la preposición de delante de la conjunción que en los casos en que la preposición no viene exigida por el verbo u otra palabra del enunciado: Le rogó de que se marchara; Su intención es de que echemos unas risas. Un buen truco para saber si la preposición de debe anteceder a la conjunción es construir el enunciado en forma interrogativa. En caso de que esta aparezca en la pregunta, la preposición será necesaria, mientras que si la pregunta no la lleva, no deberá emplearse. Por ejemplo: ¿Qué te dijo? Me dijo que me acompañaría a casa.
  • Queísmo: Este fenómeno consiste en prescindir incorrectamente de una preposición (generalmente de) delante de la conjunción que en casos en los que su presencia es necesaria: Estoy convencido que él vencerá (Estoy convencido de que él vencerá); Estoy segura que ella aprobará(Estoy segura de que ella aprobará)

7. Los diálogos

A la hora de construir un diálogo en un relato, cuento o novela, es necesario manejar bien la puntuación. Un error en el que suelen incurrir muchos autores que comienzan es utilizar un guion (-) para abrir líneas de diálogo.

-Hola, Carlos, ¿cómo te va?

-Bien, chaval. ¿Y tú?

-Ahí vamos tirando, que no es poco.

Lo correcto en este caso habría sido utilizar una raya (—) en lugar de un guion (-):

—Hola, Carlos, ¿cómo te va?

—Bien, chaval. ¿Y tú?

—Ahí vamos tirando, que no es poco.

Asimismo, es habitual ver textos en los que las palabras y las rayas van por separado, cuando en realidad, en el caso de los diálogos, estas deben ir siempre juntas:

En este caso lo correcto sería:

—¿Me da fuego, amigo? —le interrumpió el indigente.

Asimismo, es importante recordar que un diálogo jamás concluye con una raya, que para abrir y cerrar acotaciones es necesario utilizar rayas (nunca guiones) y para puntuar un diálogo hay que colocar siempre los puntos tras la raya.

¿Dónde se encuentra la raya en el teclado del ordenador? Esa es una buena pregunta, puesto que, por mucho que busquemos, no lograremos encontrarla a simple vista. Para verla aparecer es necesario pulsar a la vez las teclas Ctrl + Alt + – (símbolo de la resta en la calculadora del teclado).

8. El entrecomillado

Según la RAE, las comillas son un «Signo ortográfico doble del cual se usan diferentes tipos en español: las comillas angulares, también llamadas latinas o españolas (« »), las inglesas (“ ”) y las simples (‘ ’)».

Normalmente, en los textos literarios suelen utilizarse las comillas angulares o españolas (« »), reservando los otros tipos para aquellas ocasiones en que es necesario entrecomillar partes de un texto ya entrecomillado:

Ejemplo: «Luis exclamó en voz alta: “Menudo ‘pibón’ es la tal Julita”».

La gran pregunta es, ¿cómo se escriben las comillas angulares utilizando el teclado del ordenador? Y es que si pulsamos la tecla correspondiente estas únicamente salen grandes y de manera individual (nosotros las necesitamos dobles).

La solución es acudir a Internet y buscar algún tutorial que nos ayude a darle forma. Lo más aconsejable es crear un comando que nos permita rescatarla de manera rápida. Tanto en los blogs de escritores como en YouTube existen un buen número de soluciones que nos permitirán dar forma a dicho comando.

9. Las cursivas

Según la Fundéu, «La cursiva es, junto con las mayúsculas y las comillas, uno de los tres procedimientos básicos para indicar que una palabra o grupo de palabras tiene un
sentido especial que no se corresponde con el del léxico común de la lengua. Estos tres procedimientos rara vez se combinan (salvo ocasionalmente en los nombres propios y la mayúscula de la primera palabra de una expresión, título, cita o similar). Las principales funciones de la cursiva son de énfasis y para señalarle al lector que un sintagma o una palabra común puede resultarle ajena por ser un neologismo, formar parte de una jerga o argot, adoptar una forma incorrecta o funcionar como metalenguaje, es decir, no formar parte del discurso con el sentido propio de las palabras».

Para que nos entendamos, la cursiva —también llamada «bastardilla» o «itálica»— es un formato de letra inclinada (k), muy habitual en los textos escritos a ordenador. Su uso es recomendable en los casos siguientes:

  • Títulos de libros, películas, revistas o periódicos: La historia interminable, Lo que el viento se llevó, Diez minutos, La Vanguardia
  • Títulos de obras de arte y composiciones musicales: La rendición de Breda, Marcha Radetzky, El amor brujo…
  • Extranjerismos, latinismos o términos no recogidos en el diccionario: spinning, delirium tremens, wasapear…
  • Palabras empleadas con uso metalingüístico: Empoderamiento, desescalada
  • Para resaltar partes del texto: «Mi relación con Sofía era de todo menos normal».
  • Indicaciones en determinados textos: Continúa en la página 176, Ver cita número 11 en el apéndice…
  • Apodos y motes intercalados entre el nombre y el apellido: Claudio Javier Piojo López, Ernesto Che Guevara…
  • Acotaciones en textos teatrales: El joven entra por la derecha, y se sienta en el banco pintado de blanco, mirando al público.

10. La negrita

Los ojos de los lectores son sensibles a la densidad del texto así como a las diferencias de formato en relación con el texto circundante. De hecho, no es un ningún secreto que, cuando se trata de literatura, cualquier tipo de énfasis llama nuestra atención.

Más allá de la cursiva o el uso de la mayúscula, uno de los recursos más efectivos a la hora de destacar una palabra o una frase es recurrir a la negrita.

La negrita tiene, como los mencionados recursos de énfasis, función diacrítica y se suele utilizar como comodín para resaltar partes de un texto, especialmente si estos son periodísticos. Asimismo podemos encontrarla en los diccionarios, las bibliografías o las páginas web.

Su uso depende del criterio del escritor o el editor, si bien suele recurrirse a ella cuando no se puede utilizar la cursiva o las comillas. En otras palabras: no es habitual encontrarla en los textos narrativos como las novelas, los relatos o los cuentos.

11. Las citas y notas al pie

No son pocos los libros que recurren a las citas para introducir datos bibliográficos del material utilizado para su redacción. Especialmente podemos encontrarlas en ensayos, libros divulgativos y aquellos que tienen como propósito enseñar o difundir ideas de cualquier tipo.

Las citas en el texto son referencias breves ubicadas en el mismo relato, las cuales dirigen a los lectores a una página de referencias ubicada al final del capítulo o en las páginas finales del libro.

Para agregar una citaprimero es necesario recopilar los datos bibliográficos del material (libro, revista, artículo, etc.), y posteriormente ubicarlo en la lista de referencias utilizando el mismo número que emplearemos para identificarlo en el texto. Actualmente, los procesadores de texto tipo Word cuentan con una función para realizar esta tarea automáticamente, por lo que, si usted desconoce cómo funciona, le recomendamos acudir a alguno de los muchos tutoriales que existen en Internet.

Algo parecido ocurre con las notas al pie, que, al igual que las citas, sirven para indicar la fuente de una cita o la referencia de una obra mencionada en el texto, así como para añadir información o aclarar cualquier concepto.

La principal diferencia es que este texto breve siempre se coloca al final de la página, por lo que resulta más cómodo para el lector, ya que no se ve obligado a pasar páginas y páginas para dirigirse a otro lugar del libro.

Es importante revisar los números de referencia cuando corrijamos nuestro texto, ya que un simple cambio puede suponer que todas las citas y notas al pie se desajusten.

12. La corrección de estilo

Hasta el momento hemos prestado atención a las principales cuestiones relacionadas con la corrección ortotipográfica (puntuación, tipografía, normas editoriales, etc.). Pero, como es lógico, una buena revisión implica también atenderel estilo empleado en el libro. Y es que raro es el texto donde no se detectan errores estilísticos tales como redundancias, pleonasmos y otros excesos que pueden dificultar su lectura.

Por todo ello, la corrección de estilo sirve, además de para pulir defectos, para mejorar el texto en sí. El problema es que, por lo general, esto implica tener que reescribir ciertas frases, párrafos e incluso capítulos, lo cual, para algunos autores se convierte en una tarea ardua y complicada.

Nuestra recomendación es que si desea obtener una corrección completa de su obra, tanto a nivel ortotipográfico como estilístico, acuda a un profesional. Independientemente de que la haya revisado usted, cuatro ojos ven más que dos, y no hay nada peor que abrir un libro por una página cualquiera y descubrir errores que podrían haberse evitado con una buena revisión. Y es que de ello depende en gran parte que su obra pueda considerarse un trabajo vulgar o de calidad.

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